Estamos en tiempos de crisis. ¡Sí!, todos los que lo negaban ya lo reconocen.
Muchos de nosotros hemos tomado decisiones de las cuales en estos momentos de especial crudeza socioeconómica nos arrepentimos, ¿verdad? Sin embargo, que fácil es darse cuenta de ello ahora, a toro pasado, y es que en efecto, lo difícil de tomar una decisión radica ahí. En el hecho de que cuando la tomamos, no siempre podemos controlar todas las variables que intervienen o podrían intervenir.
Bueno, esto no es del todo cierto, controlamos muchas variables (las variables dependientes), que conocemos y con las que contamos en el momento que tomamos la decisión. No obstante, existen otras, que son del todo invariables o incontrolables (las variables independientes), las que de pronto surgen rauda y velozmente y descomponen todo el escenario en el que nos movemos.
Pongamos por ejemplo, la célebre burbuja inmobiliaria. Todos llevábamos años oyendo hablar de la burbuja inmobiliaria, y de lo que ocurría en el sector. Ahora bien, esto no ocurrió de ayer para hoy, y a pesar de que sabíamos lo que podía ocurrir, seguía el buen ritmo de ventas. Pero he aquí, que de pronto, aparece la crisis de las hipotecas basuras, “subprime” y de pronto todo estalla. Y ahora si que es de un día para otro como aquel que dice, y hala ¡todo al garete!
A lo que voy es a una frase, que dice “sólo se equivoca el que toma decisiones”.
O es que ya no recordamos cuantas veces hemos tomado decisiones arriesgadas, en las cuales la cosa no pintaba muy bien, y que nos han salido no bien, sino muy bien y nos han hecho ganar dinero, ganar tiempo, ganar espacio… en definitiva por algún motivo hemos salido beneficiados.
Y por otra parte, en ocasiones hemos tomado decisiones en las que al contrario la cosa pintaba muy bien, y hemos tenido un sonoro fracaso.
En este último caso hemos oído la voz crítica y recalcitrante de aquellos que te decían, “ya te lo dije”, o “a quién se le ocurre”. En efecto, son las voces de aquellos que cuando las cosas te salieron bien no te dijeron nada, no te felicitaron, ni te animaron a continuar, y a veces decían que habías tenido suerte. ¡Que curioso solo tiene suerte el que intenta las cosas!
En cualquier caso, para todos ellos, para aquellos que nunca se mueven, los inmovilistas, los que nunca toman decisiones, los que nunca tienen el valor de tomarlas y ceden la responsabilidad al otro, y también para aquellos que toman decisiones, para los valientes, los que toman acción, ósea, para aquellos que se mojan, aquellos que en ocasiones triunfan, y en ocasiones se equivocan, les dejo escrito un cuento, un viejo relato que no sé muy bien de donde viene, ni tampoco recuerdo como llego a mis manos, pero ahí os lo dejo….
Que lo disfrutéis…
“Había una vez un granjero que tenía un caballo precioso. Un buen día el caballo se le escapó y los vecinos del pueblo vinieron a consolarlo por la mala suerte que había tenido, pero el hombre les dijo: ¿mala suerte o buena suerte? ¡Quién sabe!
Unos días después el caballo regresó con dos potros sanos y fuertes, y los vecinos del pueblo acudieron corriendo a felicitarle por la buena suerte que había tenido. Como la vez anterior el granjero les dijo: ¿mala suerte o buena suerte? ¡Quién sabe!
Al cabo de un tiempo, el hijo del granjero, intentando montar a uno de los nuevos potros se cayó y se rompió una pierna. Cuando los vecinos se enteraron fueron a verlo para animarle por la mala suerte que había tenido su hijo. Una vez más el granjero les dijo: ¿mala suerte o buena suerte? ¡Quién sabe!
Se cuenta que empezó la guerra al poco tiempo y vinieron a reclutar a todos los jóvenes del pueblo pero no se llevaron al hijo del granjero porque el chico no estaba en condiciones de combatir. Una vez más los vecinos del pueblo fueron a felicitar al hombre por la gran suerte que había tenido.”
¿A que no sabéis lo que les contestó el granjero?
¿Mala suerte o buena suerte? ¡Quién sabe!
A veces hablamos de suerte, y de mala suerte pensando en lo que eso implica para el futuro, poder pagar la hipoteca, llegar a fin de mes, evitar que nuestro negocio vaya mal y tengamos que cerrar… En realidad, es más interesante vivir el día a día con intensidad, disfrutar de los buenos momentos y recuperarnos lo antes posible de de los malos tragos que la vida nos depara.
Reconozco que esta visión es difícil de interiorizar y de llevar a cabo con los tiempos que corren, pero quizás, si lo consiguiéramos la vida se disfrutaría muchísimo más.
¡Sí ya lo sé! estamos en crisis, y que mala suerte tengo, he perdido mi trabajo, mi novia me ha dejado, he pinchado el coche…
¿Mala suerte o buena suerte? ¡Quién sabe!
José Miguel Gil
Psicólogo, Coach Personal y Ejecutivo
www.coanco.es
josemiguel@coanco.es
“No hay coaching si no hay acción”