Quien inventó el “metro” como unidad de medida longitudinal creía que la distancia entre dos puntos todo lo podría calibrar en el Mundo, hasta que alguien se percató que cruzando dos longitudes podría calcularse algo más complejo como es la superficie bidimensional y para su valoración creó el “metro cuadrado”. Pero no siendo suficiente esto para describir toda la realidad, más tarde se confirmó que la suma de superficies constituye el volumen y para este concepto fue incorporado el “metro cúbico” como referencia de medición tridimensional.
Hasta aquí ha llegado la evolución en la medición de nuestra percepción espacial de la realidad basada en las tres dimensiones que nos son visualmente reconocibles (largo, ancho y alto) y a las que los científicos sesudamente han añadido alguna que otra más, sin duda de difícil explicación e interpretación para los que no lo somos.
Esto mismo podríamos ilustrarlo de forma libremente metafórica imaginando que la Radio es longitud, la Televisión es superficie y el Cine en 3D es volumen, precisamente lo que más se acerca a nuestra visión de la realidad y actualmente es más apreciado dada la atávica obsesión del Hombre por explicar y reproducir todo lo que le rodea.
Pues bien, de entre todos los intereses que participan de nuestra existencia, sin duda el primero y principal ha sido y es aquel que tiene que ver con la mejora y aprovechamiento de nuestra Vida, ese regalo de la naturaleza que no por su gratuidad debe, aunque pueda, ser malgastado.
Si partimos del célebre axioma que asegura que… “No se puede mejorar lo que no se puede medir” y consideramos que nuestra Vida debe y puede mejorarse, será necesario que sepamos cómo medirla para lograr aprovecharla.
Normalmente la medición de la Vida suele acotarse de forma sencilla y lineal utilizando una sola dimensión: la variable Tiempo. De esta ingenua manera solo contamos con información sobre su cualidad de carácter “longitudinal” (larga/corta) que, por simple y restrictiva, necesariamente obliga a buscar otras dimensiones descriptivamente complementarias.
Así pues, podríamos considerar que una segunda dimensión a tener en cuenta para medir la Vida pueda ser la relacionada con el nivel de Actividad vital, cuyo carácter es “transversal” (ancha/estrecha) y que viene representada por la cantidad de objetivos, proyectos y actuaciones personales en los que nos embarcamos y que desarrollamos paralelamente en cada momento de nuestra existencia (a la manera de un frente de batalla).
Si combinamos las dimensiones “longitudinal” y “transversal” podríamos llegar a asegurar que, en la mayoría de las ocasiones, una vida corta pero ancha puede sumar un mayor valor de superficie vital que la contabilizada por una vida larga pero estrecha. Esto implicaría obviamente que no solo el Tiempo vivido o por vivir es el determinante para el aprovechamiento de la Vida, sino también nuestras inquietudes por llenarla de múltiples y enriquecedores contenidos.
Pero también es cierto que ni tan siquiera contar con Tiempo en cantidad y además desarrollar una intensa Actividad son garantes del mejor uso posible de la Vida, pues aquello que hagamos deberá ser realizado con la suficiente diligencia para que contribuya positivamente a la consecución de nuestros propósitos. Es aquí donde aparece la tercera dimensión valorativa de la Vida: la Calidad.
La Calidad entendida en función de una magnitud que podríamos definir como “vertical” (alta/baja) y que determina la talla en el nivel de exigencia de las tareas que nos proponemos realizar y los resultados que pretendemos obtener y que, finalmente, conferirá el volumen al singular concepto geométrico de medición vital aquí expuesto.
En definitiva, solo podremos ver y disfrutar la Vida tridimensional si somos capaces de combinar acertadamente las variables de Tiempo (“longitud”), Actividad (“anchura”) y Calidad (“altura”) en ese difícil equilibrio volumétrico para el que ninguna fórmula ha sido ni será nunca inventada pues es tan personal e intransferible que siempre dependerá de nuestro acertado empeño y buen saber hacer vital.
Saludos de Antonio J. Alonso
Coach Profesional Certificado nº 10079
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