Si la disquisición histórica se encuentra merodeando incansablemente sobre quien fue primero, si el huevo o la gallina, en el caso que nos ocupa yo no tengo duda alguna: ¡Si no tienes un Plan no tienes nada!. Y si no tienes nada, no conseguirás nada. Y si no consigues nada, nada serás. Pues intentar ser lo que quieras ser (lo que tú quieras y no los demás o lo demás) es el único y existencial fin por el que vale la pena (es decir, el esfuerzo) la vida.
Claro, no me refiero ahora a un plan de esos más… frívolos (que a veces también) sino a un Plan de vida o de negocio (que siempre hay que tener).
Por tanto, ¿es primero el fin o lo es el medio?, ¿es primero el destino o lo es el camino?. Me da igual, comienza por querer tener un Plan para ti o tu empresa e irremediablemente comprobarás que para que no esté falto de coherencia será necesario definir qué Objetivos alcanzar. Por el contrario, define primero los Objetivos y correrás el habitual riesgo de quedarte detenido ahí, sin llegar a elaborar ese Plan que te ayude a conseguirlos. Aunque a primera vista pueda parecerlo no estoy desvariando, pues en la práctica debemos reconocer que lamentablemente esto casi siempre acontece así: Cuando los tenemos, no alcanzamos nuestros Objetivos por no determinar el cómo.
Indudablemente lo óptimo es comenzar por fijar destinos para luego trazar caminos, pero la experiencia con cientos de personas en mi trabajo como Business Coach me dice que los mejores propósitos se escriben con buena letra y tinta invisible en el aire, comprometiéndose malamente así su consecución. Quiero ser esto o aquello o lo de más allá pero en definitiva, ¿qué vas a hacer para ello…?. Haz tu Plan.
¿Qué Plan…?. Pues evidentemente un Plan de Acción, puesto que si admitimos la importancia de determinar el camino no hay que olvidar que por este se debe transitar avanzando y esto implica movimiento o lo que es lo mismo, actuación. Un Plan no lo es si no recoge acciones que se muevan dinámicamente en pos del Objetivo deseado. Por tanto, un Plan deberá ser de Acción y se compondrá de unidades de actuación que en su descomposición final hacia lo simple se traduzcan en sencillas tareas, siempre fechadas en el tiempo y aconsejablemente medibles en magnitudes tangibles para su mejor seguimiento y posterior validación.
A menudo me cruzo con personas que proclaman, en una idealizada defensa del sesentero “flower power” hippie, la improvisación en la vida como forma de disfrutarla libre y sorpresivamente, huyendo de los condicionantes disciplinarios que define la planificación y que supuestamente engrisecen el arco iris multicolor de la existencia. Y yo me pregunto, ¿qué será ahora de los 500.000 de Woodstock…?.
Es indudable que vivir sin restricciones es el sueño de una noche de verano que todos calladamente albergamos y confieso yo ser uno de los primeros. Vivir sin regla se encuentra en el imaginario colectivo de una idílica existencia domiciliada en un playero paraíso tropical pero… ¡hasta Robinson Crusoe allí tuvo que tener un Plan!. Y no solo él, sino que ha quedado suficientemente demostrado que toda persona que se siente con éxito en su vida (haber conseguido muchos de sus deseos) reconoce que una parte del mismo se lo debe a la planificación, esa herramienta tan simple en sus reglas pero tan compleja a la hora de llegar a contar con nuestra convencida e inquebrantable fidelidad.
Yo quiero tener un Plan pero, si acontece, tampoco me negaré a tener un plan…
Saludos de Antonio J. Alonso
Antonio J. Alonso Sampedro
Business Coach
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